martes, 27 de septiembre de 2016

Mistress Langridge



El retrato de Mistress Landridge reúne rasgos que la identifican como representante de un feminismo de corte filantrópico y conservador, al estilo de algunos movimientos que cobraron fuerza en algunos países europeos, especialmente en Inglaterra, durante el siglo XIX. 

No es una sufragista (partidaria de un feminismo radical, carne de escándalo), sino una mujer que une a su capacidad y reconocimiento profesional una respetabilidad intachable entre sus coetáneos. 

Trabaja en un periódico, escribiendo las crónicas de “los acontecimientos del mundo femenino”.

Retrato de la new woman, de la feminista, especialmente de la respetable que hace de su feminismo una suerte de profesión filantrópica.


________________________________________________________________________________


En su conjunto austero, aquellos rebrotes de belleza hacían pensar que iba adornada con el botín arrancado al enemigo o, tal vez, con el enemigo mismo, vencido y asimilado en identificación voraz. 

El hombre, ansiado y envidiado a un tiempo, latía en ella como en posesión demoníaca; se evidenciaba a veces en sus discursos, en sus miradas avasalladoras, en sus anchos hombros, que resaltaban al inclinar el torso sobre los libros, hasta su ligero olor a lavanda y en el vello dorado que brillaba alrededor de su boca y en la curva de sus mejillas, junto a la oreja. 

Pero la eclosión de esa virtud masculina que guardaba era un fenómeno que se obraba sólo en momentos triunfales; a poco decaía su brillo, porque su mente no mantenía el alto vuelo iniciado, o porque se atravesaba en ella el interés de algo práctico que anulaba la visión objetiva. Su voz entonces no acometía las notas graves, se hacía infantil, como si al abandonar la tónica lograda ambiciosamente no encontrara instrumento en el pecho de una mujer, amplio y verdadero, y se refugiase en la garganta de un niño 


Esta descripción responde con exactitud al tópico ya visto que asocia a la mujer virago una especie de informidad que la convierte en un ser no del todo terminado, a medio camino entre la mujer y el niño (recuérdense las palabras de Cansinos-Asséns sobre Victoria Kent, tan sorprendentemente cercanas al párrafo chaceliano):  

En la casa de Concha Espina  conozco a la famosa Victoria Kent, la discípula de Alvaro de Albornoz y-según los maledicentes- su amiga. Es físicamente el tipo caricaturesco de la virago, de la antigua sufragista inglesa, sin ningún rasgo femenino, y fea como un hombre feo. Alta, desgarbada, escuálida, con el pelo lacio y de un negro mate, un cuello que se le sale por su tirilla masculina y un cuerpo todo liso, sin pecho ni caderas.
Da la impresión de ser un raquítico, que no ha llegado a desarrollarse y se ha quedado entre hombre y mujer. Su voz débil y opaca confirma esa impresión. No es posible que una mujer (!) así sea la querida de nadie y por eso hay quién la supone una lesbiana.
Pero esta desgraciada apariencia física no quiere decir que en el fondo no sea una gran mujer, una mujer de talento y corazón, de sentimientos maternales, amplios y generosos...y una mentalidad viril, limpia de prejuicios y supersticiones tradicionales de su sexo...Podrá parecer físicamente un adefesio. Pero el espíritu la embellece y transfigura a nuestros ojos.  (La novela de un literato. Rafael Cansinos-Asséns)




Periodistas españolas principios de siglo:





Mari Luz Morales









No hay comentarios:

Publicar un comentario