miércoles, 28 de septiembre de 2016

Idolos de perversidad, Bram Dijkstra






Dijkstra nos muestra, con abundancia de reproducciones y excelente documentación, una auténtica iconografía de la misoginia, pero su trabajo va más allá, estableciendo una interesantísima relación entre las imágenes de los pintores y las palabras de escritores, filósofos y pensadores, todo lo cual le lleva a un auténtico tour de force: la relación entre esta actitud antifemenina que se justifica «científicamente» con una pervertida visión del evolucionismo, y la expansión y justificación de las posturas racistas, antisemitas y xenófobas que se tradujeron en tan crueles prácticas en la Alemania nazi. 

Una conclusión inevitable de la lectura de este libro es que el hombre del XIX realizó una auténtica campaña cultural para educar a sus compañeras, las mujeres, para construirlas según sus propios intereses y conveniencias, y cuando , por su «mala voluntad», por su actitud «intrínsecamente perversa» se negaron a aceptar la posición que, en nombre del progreso y de la evolución, el hombre les daba, su actitud reacia se resuelve en su representación como auténticas imágenes de la maldad.

Es interesante recordar que en este siglo se hizo muy popular el mito de Pigmalión (pensemos, por ejemplo, en las obras de Balzac y de Zola Le chef d'oeuvre innconu y L'oeuvre) e igualmente interesante preguntarse por qué antes no se representó con mayor frecuencia. Pigmalión, indignado ante la vida licenciosa de las féminas, esculpió una estatua de mujer y se enamoró de su propia creación. De la misma manera el varón decimonónico busca un arquetipo femenino que la mujer se niega cada vez más rotundamente a asumir, y así el deseo de la realidad se convierte en el deseo de crearla cuando aquélla no satisface sus más profundas expectativas y, más aún, con la imagen ...

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