jueves, 22 de septiembre de 2016

Unamuno. Espronceda y Teresa Mancha.

Ahí tenéis a Espronceda, que en más de un aspecto se nos presenta como un don Juan, sea o no esto leyenda. 
Leed el precioso libro Espronceda, de Antonio Cortón –un modelo de biografía de un poeta—, y a través de él adivinaréis lo que de no haber muerto en la flor de sus años habría llegado a ser el amante de Teresa. Ministro, sin duda, y ministro moderado. Porque Espronceda, a pesar de la calentura progresista de su primera mocedad –calentura que fue la causa de que llegara a conocer a Teresa Mancha—, llevó siempre dentro de sí a un reaccionario, o, mejor dicho, un hombre que no quiso detenerse a sondar ciertos problemas. Su famosa Desesperación, a la moda byroniana, era más retórica y literatura que otra cosa. 
Espronceda no pudo dudar de ciertas cosas porque jamás pensó en ellas en serio[1].



[1]  Citado por Ana Rodríguez Fernández (La obra novelística de Rosa Chacel. Pág. 442).





En diciembe de 1928 Unamuno dedicó un poema a Teresa Mancha:

Tu volverás, Espronceda, 

con tus lúgubres amores, 
con tus siempre ajadas flores, 
con tu escénico dolor.

Tú volverás como vuelve 
de nuevo al Diablo Mundo
lo que brotó del profundo
de la carne a resplandor.

                            Tu Teresa de la Mancha,
                            rosa mecida en el fango;
                            esta vida es un fandango,
                            lo bailasteis a sabor. (2)

(2). Tomado de: Romero Tobar, Leonardo. "El diablo mundo en la literatura española", en La receptión du texte littéraire. Colloque franco-espagnol. Jaca. 1986. Casa Velazquez. 


No nos pasa inadvertida la intención de Unamuno al introducir el díptico en el apellido de Teresa. A la explícita referencia a la locura que vincula a Teresa con el famoso caballero habría que unir una intenció también de recordar el puritanismo que caracterizaba a las biografías de Espronceda, plagadas de elusiones y sobreentendidos. Teresa Mancha fue un personaje histórico que sufrió, como pocos, un proceso tan intenso de damnatio memoriae que consiguió, no sólo deformar su existencia sino ocultarla. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario