domingo, 25 de septiembre de 2016

La cuestión de la mujer en la Revista de Occidente

En toda Europa, a finales de 1920 se produjo un gran debate intelectual sobre la diferencia y la relación entre los sexos sexual. El trasfondo de este debate fue la crisis del humanismo europeo a raíz de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Soviética. La crisis de identidad de Europa se reflejó en una nueva evaluación de los roles de género y la sensación de que la institución del matrimonio burgués estaba en crisis.
El debate se reprodujo en las páginas de la Revista de Occidente, gracias a la publicación de las traducciones de los ensayos de Georg Simmel ("Lo masculino y lo femenino", "Cultura femenina") y Carl Jung ("La mujer en Europa"), así como las contribuciones de Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y Ricardo Baeza, entre otros. En los mismos años, entre 1923 y 1927, Ortega publicó en El Sol y otras revistas varios escritos sobre las mujeres y el amor, que más tarde se recogieron en el volumen Estudios sobre el amor (1939).
La mayoría de estos ensayos–siguiendo a Simmel, que era punto de referencia sobre el tema-reformularon los términos de la metafísica de los sexos, la afirmación de la diferencia genérica como fundamento ontológico de las diferencias entre hombres y las mujeres en relación con sus respectivas psicologías y papel en la sociedad.
A nivel psicológico, estos principios se correspondían con las facultades del espíritu y el alma que rigen la psique masculina y femenina, respectivamente. De acuerdo con la antropología filosófica de Max Scheler (La idea del Hombre), que influia tanto en Simmel y Ortega, el espíritu es la definición de la facultad humana que da a luz al pensamiento y la voluntad y, por lo tanto, a la cultura.
Por el contrario, el alma -es decir, la esfera emocional, la “región de los sentimientos y emociones, de los deseos, de los impulsos y apetitos" (Ortega y Gasset, "Vitalidad" 461) sigue siendo ambigua, cerca de la naturaleza y siempre ajena a la conciencia. El espíritu, por lo tanto, vive en el mundo objetivo de la verdad y las normas, mientras que el alma es, en palabras de Ortega, "recinto privado frente al resto del universo que es, en cierto modo, región de lo público. Toda la discusión es una repetición de los estereotipos de género ya trillados, un nuevo capítulo en la "breve historia" del eterno femenino.  Sin embargo, la coexistencia de actitudes opuestas en un pensador como Simmel produce aporías interesantes.
Según Simmel, se impone el masculino como universal y las autorepresentaciones de los hombres se presentan como las humanas. Este desequilibrio conceptual, argumenta, es debido a la posición de fuerza que el hombre ocupa en la vida social, lo que le permite pensar en sí mismo en términos absolutos
Por tanto, la superioridad psicológica del hombre se convierte en una superioridad total. Simmel llega a la conclusión de que es imposible captar lo femenino a través de categorías conceptuales actuales, ya que son fabricaciones masculinas. Lo femenino es una proyección imaginaria de lo que el hombre desea. Desde el punto de vista masculino, es imposible reconocer  la independencia del principio femenino.
Sin embargo, unas páginas más adelante Simmel desmiente su rigor conceptual volviendo a la teoría metafísica de la diferencia sexual, presentando el principio femenino exactamente en los términos que acababa de denunciar. La trampa en la que cae al establecer una diferencia ontológica entre los sexos se desliza inexorablemente hacia la identificación de lo masculino con la cultura y de lo femenino con la naturaleza.
Y a pesar de que su tratamiento de cada una de estas cuestiones está marcada por una valoración inicial positiva de las características femeninas como fuente de conocimiento y, potencialmente, como una forma alternativa de la cultura, esto da paso rápidamente a una exposición de lo masculino como el único paradigma. Las inconsistencias en su argumento revelan la agenda política subyacente.
A medida que aumentaba la presencia de las mujeres en el ámbito público, gracias a la industrialización y las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, aumentan las advertencias paternalistas sobre las presuntas amenazas a la identidad de la mujer que plantean estos cambios sociales.
La evaluación positiva de la diferencia femenina es una herramienta retórica destinada a asegurar la idea de la existencia de los roles fijos de género, que autoriza a la marginación de las mujeres de la esfera pública con el pretexto de proteger sus propios intereses.
Chacel no comparte estos puntos de vista, e interviene en este debate con textos de gran intensidad teórica y política. Chacel publicó el artículo "Esquema de los Problemas Actuales y Prácticos del amor" en la Revista de Occidente en 1931, en desacuerdo abiertamente con Simmel.
A pesar de su postura abiertamente polémica en contra de los teóricos de la diferencia sexual Chacel no ataca abiertamente a Ortega, que no sólo promueve estas teorías en su revista, sino también los más obsoletos de éstos argumentos en sus ensayos sobre el amor.
En opinión de Ortega, el talento principal de la mujer es la de el "encanto, ilusión" de los hombres. Esta "la alta misión biológica que a la hembra humana le que atañe en la historia". Por lo tanto, el feminismo es un movimiento erróneo ya que ignora el modo específico de relación que las mujeres tienen con el mundo: "es increible que haya mentes lo bastante ciegas para admitir que pueda la mujer influir en la historia mediante el voto electoral y el grado de médico como universitario …
De acuerdo con esta concepción idealista del amor, las mujeres solo tienen importancia en la historia como objetos de atracción, mientras que su papel como sujetos se ignora.  Ortega sostuvo, además, que lo que atrae a los hombres de las mujeres no es algo que pertenece a las propias mujeres, sino su propia imagen masculina reflejada en ellas: la mujer es un espejo "medio cristalino donde dan su refracción los grandes ideales concretos. Así podía decir Shelley de su amada:  Amada, tú eres mi mejor yo.
La calidad de las mujeres la encuentra Ortega enteramente asimilada a la naturaleza. Su existencia se asemeja a la de una planta, su influencia en el mundo es muy similar a la del tiempo. Contrariamente a Jung y Simmel, Ortega considera a las mujeres deficientes incluso en términos de su "vida interior", caracterizada por su falta de imaginación y su incapacidad para concentrarse en más de una tarea. Ortega se atreve a concluir que las mujeres fomentan la falta de personalidad individual.  
Lo interesante acerca de estos estados se encuentra, en mi opinión, en su contraste con la capacidad de Ortega para establecer relaciones de amistad y colaboración con las mujeres de la cultura y el ingenio (incluyendo Victoria Ocampo, María de Maeztu, o Zambrano y Chacel), cuyas obras ha valorado y promovido, incluso cuando no estaba de acuerdo con su contenido y conclusiones.
A pesar de estas relaciones intelectuales, parece haber permanecido incapaz de reconocer a las mujeres como seres dotados de inteligencia, confirmando la observación de Simmel de que, para la mayoría de los hombres, la percepción genérica de "mujer" (genérico) prevalece sobre la capacidad de verla como persona.
Chacel evitar entrar en confrontación directa con su tutor sobre sus opiniones sobre la mujer lo que parece sugerir, más allá de una demostración de respeto, una voluntad de dibujar un grueso velo sobre el tema con el fin de protegerse a sí misma y sus actividades intelectuales. Este hecho ilustra las dificultades con que se enfrentan cuando se trata de los roles y estereotipos de género. Esto ilustra también su distanciamiento con el feminismo.

Claramente, esto no era una postura antifeminista real, vista su promoción de los derechos de la mujer. Sus comentarios negativos sobre el feminismo revelan, el miedo a ser colocada en un espacio devaluado, que podría ponerla en riesgo de perder la credibilidad y la posición que había conquistado en el mundo masculino de la filosofía. 
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La opiniones acerca de la psicología femenina en la Revista de Occidente eran totalmente afines a la diferenciación genérica y en esta diferencia entre hombres y mujeres justificaban la subordinación femenina de la mujer vistiéndola con un nuevo lenguaje metafísico y científico. 

El antifeminismo de base científica de estos años creó una superabundancia de literatura que prentende justificar con razones biológicas la inferioridad de la mujer y su papel subordinado al hombre que fue rápidamente traducida y asimilada por Ortega y difundida en la Revista de Occidente.


 «La índole femenina... es inadecuada para actuar en el mundo de puras cosas que la naturaleza diferencial del varón ha edificado.» 

«Existe, pues, una oposición efectiva entre la esencia general de la mujer y la forma general de nuestra cultura.» 

«En el arte, la esfera propia de la mujer está constituida por las artes reproductivas: arte dramático, ejecución musical, el tipo sumamente característico de la bordadora... En las ciencias, es notoria la facilidad con que las mujeres reúnen y coleccionan datos... En cambio, fracasan generalmente en la creación, es decir, cuando sus energías originales, que de antemano están dispuestas por modo diferente del masculino, tienen que verterse en las formas que exige la cultura objetiva, la cultura masculina.» 

«Diríamos que la mujer es, mientras que el hombre va siendo. Por eso, el hombre necesita conquistar su significación en cosas e ideas, en el mundo de la historia o en el mundo del conocimiento, mientras que la mujer descansa en su belleza...»

«La mujer "aspira hacia las buenas costumbres", que muchas veces la inquietud del hombre obstaculiza. La moralidad es en la mujer algo así como la piel de la sustancia femenina.» 

Paul Julius MoebiusLa inferioridad mental de la mujer 

Otto WeiningerSexo y carácter

Georges Simme, 

Carl Jung,

Ortega y Gasset,

Gregorio Marañón, 

etc. 








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